lunes, 3 de marzo de 2014

Capítulo 25

   Nunca he entendido muy bien como funciona eso de enamorarse ¿Quién decide cuando, como y de quién te enamoras? No sé quien será, pero tiene una mala leche... Enamorarse duele, a veces, pero nadie me negará - a toro pasado- que es algo muy bonito. Un montón de sentimientos sacuden todo tu cuerpo. Basta con escuchar su voz a través de un teléfono, el corazón se te acelera, en el estómago se hace un vacío, te falta el aire, las piernas te flaquean e incluso te quedas sin palabras; de repente te vuelves tonto. Dicho así no parece tan bonito, pero lo es. Es una sensación única, en ocasiones complicada de llevar, pero que merece ser vivida y disfrutada.

   Sí, soy el mismo que una vez gritó: "el amor no existe y es una mierda". Soy consciente de que coherencia tengo más bien poca, pero de eso se da cuenta cualquiera que me lea un rato, porque yo lo mismo te digo una cosa que te digo la contraria. Supongo que cuando dije eso estaba enfadado, y cuando uno se enfada dice lo primero que le viene a la cabeza, sin pararse valorar cuanto de cierto hay en sus palabras, en aquello que afirma rotundamente, Lo que cuenta, cuando uno está enfadado, es desahogarse.
   En mi defensa diré que ninguno de los colegas que alguna vez me han aconsejado en estos menesteres, ha utilizado aquellos consejos que me daba cuando a ellos les hizo falta. Y es que aconsejar a otro siempre ha sido más fácil que curarse a uno mismo. Por eso hoy no voy a admitir ningún reproche cuando afirmo que enamorarse es algo estupendo, y que vivir ese momento merece el arriesgarse a sufrir un poco llegado el caso. Es lo que pienso hoy, mañana..., como decía mi madre cuando era pequeño y le preguntaba si después de hacer el trabajo podría salir: "ya veremos..."

   Aquella noche me tocó sufrir. Nada más entrar en la discoteca y acercarme a la pista de baile la vi. Allí estaba, bailando con Chema, mi colega, el mismo que hacia pocas horas me había advertido de que no perdiese el tiempo y me lanzase de una vez a por ella o lo haría él. Por lo que podía ver mi competidor no había desperdiciado ni un minuto, no me esperaba otra cosa. Por un momento me sentí totalmente perdido, tocado, casi hundido. Sentí que una vez más había llegado tarde. Viéndolos bailar me pareció que hacían buena pareja. Yo allí sobraba, era mejor que me esfumase. Había perdido.

   Yo soy así, me doy por derrotado al primer golpe. O peor... A veces antes de recibir el golpe. Me basta con imaginar como ese momento en que me harán daño va a llegar, tarde o temprano, para pensármelo dos veces antes de dar el paso ¿Cobarde? Sí, ¿Para que voy a negarlo? Pero no voy por ahí pregonándolo, he convencido a la mayoría de mis amigos de que lo que soy es, "prudente". Y de momento ha colado. Creo...

   Me acerqué a la barra a recoger mi copa, esa que te daban con la entrada. La idea era emborracharme, armarla, y terminar la noche tirado por cualquier esquina con cualquiera que quisiera acompañarme, o solo, ya me daba lo mismo. Seguramente estuve un buen rato lamentando mi mala suerte, que es a quién culpo cuando las cosas no salen como espero. Pero entonces, nada más tener el vaso en la mano y antes de dar el primer sorbo, cambié de idea, y con mi cointreau con tequila me acerqué a la pista y me coloqué justo a la altura donde los dos bailaban, apoyado en el pasamanos de acero que delimitaba la zona de baile. Y allí me quedé, mirándolos fijamente.

   Es otra teoría que manejo a veces, un plan que seguimos mucho aquellos que no somos capaces de ir por lo que queremos; Sí... los prudentes. Nos sentamos en un lugar donde creemos que puede pasar algo, y allí esperamos a que ese algo pase. Es como ir a pescar, dejar tu caña anclada en la orilla e irte a tomar café. No suele funcionar.

   Él la agarraba por la cintura y le susurraba a la oreja mientras ella le abrazaba. Le rodeaba el cuello con los dos brazos y solo le soltaba cuando él intentaba sujetarla más abajo de la cintura, para volver a colocar las manos de él donde ella creía que debían estar, unos treinta centímetros más arriba. Me hizo gracia la escena que se repitió hasta en dos ocasiones, no pude dejar de esbozar una sonrisa. Fué en ese momento cuando él se dio cuenta de mi presencia, se quedo mirándome con rostro serio. Me hizo un gesto como diciendo - ya te he visto, ya sé que estás ahí - volvió a susurrarle algo al oído a ella y continuaron bailando, ignorándome completamente.

   Pero yo había decidido que no me iba a marchar; ¿Molesto? Que se joda...

   Y de repente termina la canción, y sin mirar hacia mí en ningún momento, mi colega se despide y se marcha hacia el centro de la pista donde lo pierdo de vista entre la gente, mientras, ella viene hacia donde yo estoy, se coloca justo a mi lado y dice:

   - Dice Chema que tienes algo que preguntarme.

    Qué sonrisa más bonita... Mi suerte parecía que empezaba a cambiar. O era eso o que mi margarita sin lima en vaso de tubo empezaba a hacer efecto.

3 comentarios:

  1. jo, niño, cada día me gusta más como escribes... ¿me estaré colando por tu lenguja? ¿me estarás enamorando? :)
    Lo importante es no perder esa capacidad de enamorarse jamás... pase el tiempo que pase y te den las "fostias" que te den que siempre vuelvas a abrir esa rendija para que se vuelva a colar el amor en tu vida...
    Y lo dejo aqui que me pongo muy tontorrona... y una tiene una imagen que proteger

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En fin... es mejor no revolver demasiado esas cosas, ya decidimos en su momento que lo nuestro no podía ser y además era imposible. Pero si continúas haciéndome la pelota... no sé... Qué no soy de piedra chica.

      Eliminar

Gracias por dejar tu comentario.