lunes, 7 de abril de 2014

Capítulo 30



   - ¿Hoy haces tortilla mamá?
   - Ya veremos.
   - ¿Mañana voy contigo?
   - Ya veremos
   - ¿ Cuando termine puedo ir a casa de la vecina mamá?
   - Ya veremos.

    A mi madre siempre la recuerdo con ese "ya veremos". No sé como se las apañaba, pero yo entendía perfectamente cuando ese "ya veremos" podía ser un sí, aunque por lo general solía ser un no.
   Mamá nos dejaba uno de aquellos días en que Sonia y yo decidíamos ir a vivir juntos. No fue algo repentino, el cáncer la devoró poco a poco a lo largo de varios meses. La mejor persona que he conocido nunca, y no lo digo porque fuese mi madre. Es posible que por eso haya olvidado muchas cosas, mi memoria recuerda solo lo que quiere recordar. Por eso digo que, un día, al llegar a casa, mi chica estaba allí. Y es como si yo siempre hubiese tenido casa propia y Sonia siempre hubiera estado en ella, esperándome. No me podía imaginar mi vida de otra manera, sin ella allí no hubiese tenido sentido.

   El trabajo me apartó de mi tierra. También se puede decir que lo usé como excusa para huir de todo lo que me rodeaba. Primero fue Bilbao, después Mieres, Madrid, Valencia, y así hasta terminar en Barcelona. Sin darme cuenta había ido a parar a la otra punta del país. Pero no quedaba otra, las letras había que pagarlas. Sonia vino siempre conmigo, allá donde me llamaban ella me acompañaba. Nunca tuvo problema para encontrar trabajo. Normalmente eran trabajos mal pagados y de muchas horas, pero ella lo prefería a quedarse en casa. Además, como nunca encontró nada que valiese la pena, tampoco nunca tuvo problema para marchar llegado el momento.

   Durante años nuestra rutina fue siempre la misma. Yo la llevaba al trabajo por la mañana, comíamos juntos a medio día, y me pasaba a recogerla por la noche. Lo que peor llevaba eran los sábados, que casi siempre le tocaba trabajar las mañanas, y yo, que trabajaba de lunes a viernes, me quedaba solo esperándola por la zona. No sabía que hacer cuando no estaba con ella, la mañana se me hacía eterna. Recuerdo que solía aparcar delante de la tienda donde ella trabajaba e iba a caminar por los alrededores. Caminaba mucho, pero aun así solía tener tiempo para tomarme tres o cuatro cafés y leerme toda la prensa del día.

   Cuando estaba con ella todo era distinto. Solo necesitábamos dos o tres días libres y nos escapábamos a cualquier lugar, sin rumbo fijo. Nos subíamos al coche y tirábamos en una dirección, daba igual cual fuera, allá donde la carretera nos llevase estaría bien. Siempre encontrábamos algún lugar donde merecía la pena pararse. Otras veces yo ya sabía donde quería ir y que quería enseñarle, porque yo viajaba bastante por la provincia, y en cuanto me topaba con algún lugar bonito no daban pasado los días para poder enseñárselo. Llevábamos ya unos siete años juntos y nos sentíamos muy a gusto el uno junto al otro.

   Un día, en el trabajo, un compañero perdía la vida en un accidente, algo con lo que nunca cuentas. Una mañana estás bromeando con él sobre lo estúpido que es vuestro jefe, y al volver de comer, te encuentras con la noticia: un cable que no debía romperse se rompió y tu amigo ha muerto aplastado. Al principio no te lo crees, solo piensas que no puede ser, que es un error. Pero no es un error. Después viene el comprobar que tienes todos los estúpidos papeles que tienes que tener, esos que no han servido de nada. ¿Pero porqué ostias se puso allí? Después, lo aceptas: es real, ha pasado.
 
   Y entonces empiezas a pensar en que pasaría si hubieras sido tú. El piso, el coche, todo estaba a mi nombre. No me había parado a pensar en lo injusto de la situación hasta aquel instante. Si me pasaba algo, lo que al parecer podía pasar en cualquier momento, mi compañera, la que había compartido su vida conmigo hasta la fecha, la que había estado a mi lado sin importar donde fuera, se quedaría sin nada. No era justo. Yo no tenía planeado que pasase nada, pero aquel accidente me hizo pensar en el asunto. No hice otra cosa en toda la tarde, a parte de explicarle a cada compañero que se acercaba a la oficina las noticias que me iban llegando del caso.

   Aquella misma noche cuando pasé a recogerla, en cuanto se subió al coche se lo comenté.

   -Oye, que he estado pensando... ¿Y si nos casamos?

14 comentarios:

  1. Hay motivos muy románticos para casarse, desde luego, como desgravar a hacienda, jajajaja!

    Pero vamos, no está mal pensado.

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    1. Yo no es por aguarte el romanticismo pero... casarse no desgrava. ;)

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    2. Desgravar como tal, no, pero sé de más de una pareja que pagaba más impuestos sumando individualidades viviendo juntos que una vez casados, no me lo estoy inventando.

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    3. Ya sé mujer, yo tengo experiencia en eso. Claro que yo siempre tenía que hacer la declaración por separado, el matrimonio en ese sentido no me aportó nada. Conozco gente que se está separando para poder cobrar una prestación, pero siguen juntos ¿A que es romántico?

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  2. Una preciosa forma de pedir matrimonio...a mi me hiciero esa misma pregunta y yo contesté "jajajaja ni borracha!" a que soy sentida y romántica? Bueno es que suelo portarme más o menos como se portan conmigo, pero que te hagan esa pregunta cuando te has convertido en una bruja amargada...no puede parecer más que un chiste.
    Entiendo tus motivos y urgía claro pero jolín! haberla invitado al menos al mc donalds! (Ya sé...en aquella época no había no me digas más!).

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    1. Haber, lo que se dice haber, no había mucho; la hipoteca y los alquileres se comían casi todo lo que ganábamos. Pero mcdonalds creo que ya había, recuerdo haber montado uno.
      Urgir no urgía, llevábamos siete años juntos, no era algo que fuese a cambiarnos la vida. No creo que Sonia me dijese que no, de haber tenido dudas también la hubiera emborrachado antes. Lo sabremos el lunes.

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    2. Jajaja perdona...es que como vivo en el culo del mundo, donde la civilización acaba de llegar pienso que en todos los sitios es igual y no. Claro que llamar civilización al mc donalds...pero quien dice mc...dice un bocata de mortadela de esa con aceitunas y un lugar chulo! Lo que no había era imaginación! Ah y el anillo...la anilla de la lata de cocacola claro...

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    3. Bueno, el lugar era el mismo donde siete años antes hicimos el amor por primera vez, no sé si eso vale como lugar "chulo". Odio la mortadela, y con aceitunas? Puaggggss...

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    4. jajaja sí vale, pero solo estaba vacilando...cada uno hace las cosas como le salen. Dudo que la respuesta fuera distinta en un coche de caballos, o atragantándose con el champán...

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    5. No te creas que fue fácil Xoaniña, hubo una época en que los coches que tenían 7 años, o 5 sí me apuras, eran eso... de época. Siete años esperando a que ella me lo pidiese y no hubo manera. ;)

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  3. Entonces si la historia sin finales!!! Las situaciones llegan como llegan. No veo mal tu forma de pedírselo, lo importante es que quisieses no que fuese una obligación.
    Besos

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    1. Bueno... la historia sin finales no, esta historia tiene un final, estoy seguro de ello porque hace unos tres años que lo escribí. Solo me falta decidir en que capítulo lo estreno.

      Yo tampoco entiendo las críticas a mi manera de pedirle matrimonio a la que ya era mi pareja. Supongo que pude haber encargado un coche de caballos que nos pasease bajo la luna llena y que un halcón nos trajese el anillo durante nuestro paseo y... o puede que otro tipo de pájaro? Un halcón puede ser peligroso, no? Quizás mejor en una cena con champán y meter el anillo dentro de la copa... no... eso está muy visto.

      En fin, la verdad es, como tú dices, que yo quería casarme con ella; era la mujer de mi vida.

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