lunes, 3 de febrero de 2014

Capítulo 21

   Mis recuerdos de cómo empezó aquella noche con Lola son confusos. Sé que no tardamos mucho en marcharnos después de que lo hiciesen sus amigas. Como dije antes, era tarde, pero estuvimos un buen rato escuchando la música y mirando alrededor como dos tontos sin saber que decirnos, hasta que esta dejó de sonar y los focos que te invitaban a dejar el local se encendieron. Lola vivía a menos de quinientos metros de la discoteca, al fondo de aquella misma calle, así que bajamos dando un paseo.
 
   Hacía casi dos años que vivían allí. Cuando su madre encontró trabajo decidieron dejar la casa de los abuelos y venirse al centro. Su madre era venezolana, trabajaba en una tienda del pueblo. A su padre nunca le conocí, ni tampoco tenía el menor interés en hacerlo. Me hablaron mal de él, pero eso es otra historia que no tiene cabida en este blog.

   Lola nació en Caracas, se vino a España de muy pequeña pero aun conservaba ese acento que me hacía tanta gracia. Se enfadó cuando intenté imitarlo, al parecer confundí el acento argentino con el venezolano y eso no le gustó nada. Después de reñirme terminamos en su portal hablando sobre uno de sus grupos preferidos, los hombres G, y una vez más volvimos a quedamos sin palabras.

   Entonces me situé frente a ella, a escasos centímetros, dejando que su cuerpo rozara el mío mientras rodeaba su cintura con mis manos. No sé que pasó por mi cabeza para hacer eso, no era propio de mí. La miré a los ojos, algo que no suelo hacer pero que cuando me animo se me da de vicio. Se puso nerviosa, lo sé porque no pudo aguantarme la mirada. Cuando bajó los ojos e intentó hablar, como queriendo empezar un nuevo tema de conversación, no la dejé; en aquel mismo instante sellé sus labios con un beso. Supongo que era justo lo que ella estaba esperando porque se me entregó totalmente.

   En un segundo habíamos pasado de buenos amigos a amantes apasionados. Refugiados en la oscuridad de su portal, mis manos recorrieron su cuerpo sin pudor mientras mis labios no querían separarse de los suyos. Mi cerebro, normalmente muy prudente, hubiese puesto fin a todo ese descontrol en un momento si no fuese porque el muy cabrón también se había unido a la fiesta; un desliz que no tardé en perdonarle. Ya sé, estarás pensando que en ese momento mi cerebro poco tendría que decir pues seguramente estaría pensando con la polla; no te lo voy a discutir.

   - Me tengo que ir – Susurró. Parecía disculparse mientras tomaba aire.
   - Y yo también – Dije - ¿Nos vemos mañana?
   - Vale

   Nada más decir eso se apartó y salió corriendo escaleras arriba. Con la mente totalmente en blanco, sin haber asimilado todavía lo que acababa de suceder, me quedé mirando como se marchaba hasta que desapareció de mi vista. Entonces me di la vuelta y salí saltando completamente ebrio de felicidad. Si no fuese porque por aquel entonces ya me gustaba ir sin afeitar te diría que parecía Heidi bajando por la montaña. Al día siguiente tenía una cita y me gustaba la idea.

   Esa sensación de estar flotando, en una nube, me duró hasta llegar a casa. Fue ya delante del frigorífico, mientras buscaba algo que poder meterle al estómago antes de irme a dormir, cuando empecé a analizar lo que había pasado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Era justo lo que estaba haciendo? Se supone que estaba enamorado de otra. Y si había metido la pata y me estaba engañando, y la estaba engañando, porque hacía solo dos horas, de haber podido me habría enrollado con otra. A ver si Eli iba a tener razón y Lola era solo un juego. Pero con esa otra no hay nada, ni va a haber nada, es complicado, y… Lola es real. Está ahí y es real, y también me gusta ¿No? ¿Lola también me gusta? Claro que me gusta. Hacía nada le estaba tocando las tetas y ahora me preguntaba si me gustaba. Tenía un montón de preguntas y ninguna respuesta, o un montón de respuestas para la misma pregunta, que viene a ser lo mismo. Y en la nevera no había nada.

   - Tu eres tonto chaval – Me dije a mi mismo.

   Decidí dejar de pensar tonterías y me fui a dormir. Estaba tan cansado que me fue fácil dejar de interrogarme sobre lo que iba a hacer al día siguiente, y en un visto y no visto… me quedé dormido.

7 comentarios:

  1. Bueno tenías excusa...estabas en la edad de hacer esas tonterías, a mi me recuerda a aquellos años en los que había una persona que ni sabías que existía hasta que te decían "a fulanito le gustas" entonces hasta parecía que te enamorabas...manda carallo!

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    1. Bueno... yo todavía tengo edad para hacer esas tonterías, dudo que eso me valga como excusa. Es cierto, jajaja... En mi caso no parecía, yo me enamoraba. Cuantas veces me he enamorado de una mirada mientras tomaba café en un bar... buf... al menos dos.

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  2. Las mariposillas en el estómago eran lo mejor... jo

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    1. Tal vez entonces sí, pero hubo un momento en que esas mariposas provocaron una úlcera, y dejaron de molar.

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    2. Un omeprazol y como nuevo :)

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  3. ufff, eso magreos en los portales, debajo de la escalera, jejejeje
    ¡Nostalgia pura! ainssss.

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