lunes, 16 de diciembre de 2013

Capítulo 14

   Cuando era niño y tenía que ir a esas verbenas nocturnas que durante todo el verano animaban la noche gallega con mi padre, lo hacía de mala gana. Él nunca me preguntó si quería ir y yo nunca le dije que no. Ese día él decidía que teníamos que salir de fiesta y lo hacíamos todos juntos, mi padre, mi madre, mis dos hermanas y yo. Nadie rechistaba.

   Aquellas fiestas eran una tortura. Mis hermanas desaparecían nada más llegar al baile y apenas las volvíamos a ver hasta la hora de volver a casa, ellas sí lo disfrutaban, pero yo solía quedarme junto a mis padres. Era raro que coincidiese con algún amigo, y tampoco era yo una persona muy sociable, así que allí me quedaba casi toda la noche, yendo y viniendo, esperando a que llegase la hora de volver a casa. Ellos a su vez no solían moverse del chiringuito de turno. Solo recuerdo una vez que los vi bailar, un pasodoble, hace muchos, muchos años. Allí pasaban la noche charlando con los amigos entre cubata y cubata. Mi madre no bebía, mi padre se encargaba de hacerlo por los dos. De vez en cuando alguno se daba cuenta de mi presencia, y me soltaba una Pepsí, o una Mirinda que era lo que se estilaba en la época, que yo, con mi pajita, estiraba todo lo posible para mantenerme ocupado. Y así hasta que llegaba la hora de volver a casa, lo que volvía a ser toda una aventura. Mamá no tenía carnet de conducir, y puedes imaginarte como volvía mi padre.

   Supongo que por esos detalles nunca acabé de pillarle el punto a aquellas verbenas que había por las aldeas, incluso llegué a cogerles un poco de manía, y cuando fui lo suficiente mayor para ir por mi cuenta, no volví a hacerlo.

   Recuerdo una vez, acababa de comprarme el coche. Estábamos paseando por ahí. Es lo que hacíamos, ir de un lado a otro para pasar el rato, gastar gasolina, y de vez en cuando pasear a alguna chica que quería ser paseada; Tener coche propio era todo un puntazo.
   Aquel día íbamos solos, Fran y yo seguíamos a un par de amigos que conducían sin rumbo fijo. Habíamos estado tomando unas cervezas en el bar de costumbre, y se supone que nos dirigíamos a algún lugar a tomarnos la última, cuando de repente aparecimos en una de esas fiestas. Había cuatro gatos.

   Nada más llegar ellos se acercaron al bochinche, nosotros nos quedamos apartados, observando a los nativos, los cuales nos observaban a su vez, no sé porqué, con cara de malas pulgas. La mayoría eran gente mayor, ya era tarde y casi no quedaba nadie. Supongo que se preguntarían lo mismo que yo, que coño hacíamos ahí. Quitando tres o cuatro chicas jovencitas que bailaban frente a la orquesta, todos los demás se agrupaban alrededor del chiringuito. Era una fiesta enana, en un lugar apartado en medio de la nada. Recuerdo lo que dijo Fran nada más llegar y ver el panorama.

 - Joder... debimos dejar el coche en marcha.

   Ni nos acercamos. Preferimos observar desde lejos, e hicimos bien. No tardaron ni dos minutos en montar lío. No sé quién empezó, aunque yo no pondría la mano en el fuego por ninguno de nuestros amigos, cuando nos dimos cuenta se habían enzarzado en una discusión con otros dos jóvenes del lugar. Fran se acercó para convencerlos de que teníamos que irnos, y lo consiguió, pero cuando volvíamos a casa, a solo dos kilómetros del lugar, de repente, vemos que paran el coche en medio de la carretera, y el que conducía sale dando gritos.

   - ¡Nos han largado como a dos perros! ¡Mecago en Dios! - Mientras gritaba abria y cerraba la puerta delantera a patadas - ¡Me cago en Dios! ¡Como a dos perros! ¡Aaaaaa...!
   -  ¡Sube ostias! - Gritó el otro que había sacado el cuerpo por la ventanilla, estaba sentado sobre el cristal, mientras pegaba manotazos contra el techo - ¡Sube Ya! ¡Tira! 

   Arancaron de nuevo, y al llegar al primer cruce giraron en redondo volviendo por donde habíamos venido. Fran y yo nos miramos, no hizo falta decir nada, teníamos que ir tras ellos. No quedaba otra, era como una norma no escrita.

   Al llegar volvimos a quedarnos en el lugar de antes, desde allí veíamos a la gente que había reunida junto al chiringuito, las chicas y la orquesta ya no estaban. Ellos se tomaban una cerveza en un lateral, mientras discutían con varios de aquellos señores que no los querían allí. En la otra punta de la barra los otros dos con los que habían discutido. De vez en cuando se cruzaban las miradas. Uno de nuestros colegas les hizo el gesto de que iba a cortarles el cuello. Fran y yo nos miramos y nos reímos mientras negábamos con la cabeza. No sé porqué la escena nos hacía gracia, no tenía ninguna, se mascaba la tensión. De repente uno de aquellos nativos se acercó a nosotros y se puso a mi lado.

   - Es mejor que os vayáis - Dijo aquel señor, que parecía tener claro que los cuatro formábamos parte del mismo grupo, aunque siempre habíamos mantenido las distancias, pero él insistía una y otra vez - Pensé que ya os habíais ido, pero al volver así estáis provocando. Después pasan cosas que no queremos que pasen. Es mejor para todos que os marchéis. Icísteis bien en iros, la primera vez, pero al volver estáis provocando. Es mejor que os vayáis. Aquí no se os ha perdido nada.

   Yo no le dije nada, me limité a sonreír, pero la conversación empezaba a molestarme. El estúpido orgullo de un joven de veinte años casi me hace perder las formas y decirle que me iría cuando me saliese de los cojones, pero me contuve. Supongo que lo mismo pensaban nuestros colegas, querían dejar claro que se iban a tomar su cerveza tranquilamente e irse cuando les saliera del nabo y no cuando nadie se lo ordenara. Y así fue, a los pocos minutos se acercaron a donde nosotros estábamos y los convencimos de que aquello no molaba y era mejor irse a tomar algo a otro lugar. Volvimos al bar del que habíamos salido, y en cuanto nos aseguramos de que ya era lo suficientemente tarde para que no pudiesen volver, les dejamos seguir bebiendo tranquilos y nos fuimos a casa.

   No sé a donde quería ir a parar al contarte todo esto, se me ha olvidado, así que saca tus propias conclusiones. Supongo que solo quería hacer una pequeña introducción al capítulo de la semana que viene, cuando, sin ganas, como me pasaba cuando era niño, terminé en una de aquellas romerías.

   Un domingo. ¿Pero quién se va de fiesta un domingo?

9 comentarios:

  1. joer... aquella época en la que se conocía la provincia por las fiestas de sus pueblos...

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    1. Cualquiera de las cuatro provincias gallegas es de sobra conocida por las fiestas de sus pueblos, tanto ahora como entonces.

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  2. ¡que a gustito! volver a tu casa y encontrar el mismo calor, el mismo aroma, la misma nostalgia..encontrarte a tí. Gracias
    Tras el maratón de lectura que llevo sólo puedo decirte una cosa, he esperado años y esperaría mas, pero esta vez, ¡me encantaría conocer el final!!
    Besicos

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    1. El final... Un día de estos conoceré el final, aunque no estoy seguro de poder escribirlo.

      Que alegría volver a verte por aquí, este lugar no era el mismo desde que te fuiste.

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    1. Pues nunca tuve la necesidad de comprobarlo, el pasearte al lado de un chaval de metro noventa, por de metro y medio de ancho y metro y medio de profundidad... te da una tranquilidad que no veas. No tuve ninguna pelea desde los 12 años, ni tampoco tuve ganas de montar una.

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    2. Acabo de darme cuenta de que sobra un "de", pero creo que se entiende de todas maneras.

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  4. Nunca entendí esas tonterías entre pueblos...en el mio no hacía falta verbena, todos los viernes se montaba alguna con los del pueblo de al lado. Me temo que el motivo era el acohol, nada más. A mucha gente le sienta mal, y no hace falta decirle nada, con solo estar presente ya tienen ganas de hostiarte.

    Si no vuelvo antes...feliz nochebuena, y feliz navidad!!! A comer!!!

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    1. Y cuando ven a un armario de dos por dos se acercan al pequeñajo que le acompaña para hacerle recomendaciones. A mi el alcohol me sienta bien, dicen... yo no opino lo mismo.
      Felicidad ante todo Coccinellidae, eso que no falte. Bicos.

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