- Esto no es tu casa – La verdad es que hay ocasiones en que me sorprendo a mi mismo, que capacidad de deducción.
No dijo nada, se limitó a sonreír, y después de darme un beso, saltó con agilidad hacia el asiento de atrás, desde donde me hizo un gesto para que yo hiciese lo mismo. No sé porqué me sorprendió, como dije antes, los dos sabíamos a donde íbamos. No era la primera vez, ni la segunda - En realidad era la tercera – así que no me entretuve demasiado; yo también sabía que en el asiento de atrás íbamos a estar más cómodos.
Casi sin hablar, en realidad no podría hacerlo pues su lengua me lo impedía, me revolví hasta quedarme tumbado debajo de ella. Me rodeaba con sus piernas, y sus labios, más que besar mordían los míos. Demasiada pasión para mi gusto. No tardó ni un segundo en desabrochar todos los botones de mi camisa, decía que le gustaba mi pecho. Dejé que mis manos se perdiesen bajo su falda, acariciando sus muslos y subiendo muy lentamente. Intentaba ir despacio. Quería ir despacio; tanto que pedí disculpas y retrocedí cuando mis manos encontraron lo que buscaban. Me encantan las chicas que toman la iniciativa, e Inés, que otra cosa no tendría pero de iniciativa andaba sobrada, atajó mi timidez con solo una frase:
- ¿Acaso yo te he dicho que parases?
Tengo que reconocer que en las distancias cortas, y mientras me miraba de aquella manera, la chica ganaba mucho. Me puse a cien, si es que ya no lo estaba, me incorporé para sentarme y agarrarla con más fuerza de las caderas. Tenía todo lo necesario, justo allí al lado guardaba un par de preservativos desde hacía meses. Sí, me parecía patético ver como los condones de mis amigos caducaban en sus carteras o bolsillos, por eso yo nunca los llevaba encima, si caducaban lo harían en su sitio, el bolsillo de atrás del asiento del copiloto.
En fin… perdona, que me pierdo. Te contaba que según van pasando los años, y ves que ese momento con esa persona especial no llega, empiezas a impacientarte y replantearte el tema. Yo había estado muchos años esperando a mi princesita, quizás demasiados, y creí que aquel momento era tan bueno como cualquier otro. ¿Qué más podía pedir? La tenía allí; encima, húmeda, caliente, dispuesta…
¡Solo un idiota no se la follaría!
¿Buscabas un idiota? No busques más, ahí estaba yo.
Te juro que fué difícil contenerse. Ella se frotaba contra mí en un ir y venir constante, y era una chica lista, había encontrado el punto exacto donde frotarse. Quería quitarmelo todo y entrar dentro de ella, pero cada vez que estaba a punto de lanzarme algo en mi interior me lo impedía. Mi cuerpo decía que sí, que tenía que hacerlo ya, que era el momento, pero mi mente decía no. No me fiaba de ella, no podía hacerlo. Sin embargo, físicamente estaba a punto de... explotar, nunca mejor dicho. Los dos estábamos totalmente entregados y tuve que pararla unos segundos; la agarré con fuerza y me mordí los labios para frenarme y no... terminar. Ella se dió cuenta, pero supongo que eso la puso más caliente todavía y ya no pudo parar. Fué la primera vez que una chica se corrió conmigo. Me gustó ver como se deshacía entre mis manos, me sentí poderoso.
-¿Que te pasa? - Preguntó pasados unos segundos, con la voz todavía entrecortada y casi sin aliento.
- Nada - Dije, aunque no estaba del todo seguro de que no hubiese pasado nada - Tengo que irme.
Esto..., seguimos el lunes ¿Te parece? Será mejor…