lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 9

   Levantarse el domingo no fue lo que se dice una tarea fácil, la boca pastosa, la cabeza a punto de estallar, aquello era terrible. No me hubiese levantado de no ser por el ultimátum que mi madre gritó desde la cocina - “¡Como tenga que levantarte yo te vas a enterar!”- Cuando mamá gritaba es porque ya era el último aviso, seguramente me había perdido todos los anteriores.
   Corrí al baño, tenía ganas de vomitar, e intenté hacerlo pero no pude, no había nada que vomitar solo era mi estómago que quería darse la vuelta, tampoco yo querría estar dentro de mí en aquel momento. Mientras me miraba al espejo intenté hacer memoria.

   Recordaba el momento en que llegué a casa, aparecí sentado en la solera del portal que hay justo enfrente. Me incorporé como pude, despacito. No hubiese sido difícil abrir la puerta si alguien la hubiera sujetado, no paraba de moverse. Cuando pude abrir subí a mi habitación intentando no hacer ruido, y despacito también, lo conseguí, o eso creo. Y recordaba aquella sensación al llegar a mi cama y poder cerrar los ojos, me sentí el hombre más afortunado del mundo. Mis padres no me habían pillado, al menos eso creía, y eso también era importante, uno tenía una imagen de chico serio que mantener.

   Me acordé de Natalia, recordaba la escena del sofá tal y como te la conté el lunes pasado, y... yo estaba allí, con ella... Y ya no recordaba nada más. Recordaba como corrí hacia el baño para vomitar y como al salir uno de los dueños de la discoteca me sujetaba por el brazo, pero... nada más; ni donde había dejado a Nati, ni que había sido de mí desde ese instante hasta el momento en que desperté frente a mi casa.

   No podía dedicar más tiempo a pensar, me esperaban abajo. Me lavé la cara lo más rápidamente que pude pero cuando llegué a la cocina ya estaban todos a la mesa. Como me dolía la cabeza…

   Mamá tenía cara de enfadada, y mi hermana, que era un año mayor que yo, movía la cabeza de un lado al otro mientras me miraba. Me senté frente a mi padre que me miraba fijamente. Creí saber lo que estaba pensando; sí papa, ya ves, me he convertido en lo mismo que tú, un puto borracho. Durante la comida nadie dijo una palabra, pasó en silencio, solo interrumpido por el sonido de la tele que siempre teníamos encendida. Mejor así, yo ya tenía suficiente con mantener el tipo e intentar comer algo. No tenía ganas, pero era lo que tocaba en ese momento, comer, así que hice lo que pude. Pero como me dolía la cabeza…

   Como todos los domingos, al terminar bajé al parque para pasar el día y ver si me cruzaba con algún amigo, de todas formas en casa no tenía nada que hacer y no había un ambiente muy agradable. El aire de la calle me sentó bien, pero seguía sin recordar nada de aquella noche. Prácticamente violado por una niña, lo que hay que ver, los cuervos se tiran a las escopetas.

   La idea de liarme con Natalia, no es que me sedujese especialmente, no era mi tipo. Era buena chica, pero… no sé… no me decía nada. Era una cria. No tenía problemas morales, no te voy a engañar, con veinte años no ves a una cria de dieciséis como una niña, no te paras a pensar en eso. Aunque la noche anterior, así, vestida para cazar, nunca mejor dicho, la niña no parecía tan niña. Creo, yo no veía muy bien la noche anterior, y también sé que eso no es excusa. Ni siquiera recordaba lo que habíamos hecho, solo recordaba sus labios, sus muslos entre mis manos, y… Y al dueño de la disco para estropear el cuento.

- ¿Qué he hecho? - Intenté tragar saliva, pero en ese momento no encontré ni saliva para tragar.

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Pues suelo hacer cosas que en ese momento no parecen una pésima y malísima idea.

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  2. ¡¿¡¿¡¿Te violaron?!?!?!... mare la de capítulos que me he perdido pues... voy a ponerme al día

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  3. Tu madre no se quitó la zapatilla y te corrió por todo el pasillo de la casa???

    La mía parecía Angel Cristo con el látigo

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