lunes, 4 de noviembre de 2013

Capítulo 8.

   Allí estaba yo, intentando aparentar que me lo estaba pasando bien, como otra tarde cualquiera, pero a los amigos de verdad no se les engaña tan fácilmente. Fran, que ya me conocía bastante mejor de lo que yo me conozco a mi mismo, enseguida se dio cuenta de que me pasaba algo, y en cuanto la peña se fue a casa y nos quedamos solos, puso su brazo alrededor de mi cuello y dijo las palabras mágicas: “Tú y yo nos vamos de cañas”.

   No tuve más remedio que confesarme con él mientras nos comíamos unos bocatas en una de las tabernas del lugar, que al fin y al cabo es lo que yo quería, contarle a alguien mis penas; lo de llorar siempre se me ha dado de vicio. Le conté como me había enamorado de una mirada, lo que me había pasado con Lola, y lo mal que me había sentado que por la tarde la chica pasase de mí; era como si a un niño le enseñas en que cajón guardas los caramelos para después decirle que no son para el.

   Antes de que nuestros colegas fueran volviendo de sus respectivas casas para empezar la noche, ya había caído alguna que otra copa y los efectos del alcohol empezaban a notarse en nuestra forma de hablar y los temas que tratábamos. Habíamos pasado de decir: “a las mujeres no hay quien las entienda”, “hay más peces en el mar” y “no vale la pena amargarse por nadie”, a resumirlo todo eso en una frase: “Las tías son todas unas zorras”.

   El problema de ir un poco animado es que a veces haces tonterías. En mi caso la tontería fue empezar una discusión con Sergio que terminó como era de esperar.

   -¿A que no tienes güevos de tomarte un tubo de vodka así a pelo?
   - ¿Que no? De penalti, tú tráelo.

   Y allá viene el muy cabrón con un vaso lleno de vodka, sin hielo, que me bajé de un trago, como un perfecto estúpido. Que valientes somos cuando somos jóvenes ¿Donde están en ese momento tus amigos para darte unas hostias? Es lo último que recuerdo haberme tomado esa noche, seguramente me trajeron alguno más, pero no lo recuerdo. A partir de ese momento todo es muy confuso, imágenes sin conexión con grandes vacíos en medio.

   No sé muy bien como llegué a la discoteca, lo más sorprendente es que consiguieran pasarme dentro. Recuerdo que los jefes siempre estaban en la puerta y eran muy poco tolerantes con todo aquél que iba un poco pasado. Solo recuerdo estar en el pasillo que conducía a la pista de baile, que alguien me cogía de la mano, una chica con una falda muy corta que quería que la acompañase a algún sitio. Me dejé llevar por aquella niña de piernas bonitas, que era lo único que acertaba a ver entre tanto juego de luces, y que me conducía hacia los sofás que había al fondo en un rincón del local. Era una esquina tranquila dentro de la discoteca, un lugar oscuro que las parejas aprovechaban para darse el lote, lugar ideal para mí que solo quería tirarme y dormir un rato. Me tumbé donde me indicaron, apoyando mi cabeza en aquellas bonitas piernas, y me relajé un rato. No sé cuanto tiempo estuve allí, cuando pude abrir los ojos de nuevo descubrí de quién eran aquellas piernas, Natalia.

   Aquello era maravilloso, que paz… Era el lugar ideal para estar en mi estado, quizás estaría mejor si alguien apagase aquella música que retumbaba en mis oídos, pero tampoco me molestaba excesivamente. Al verme despierto me miró, y dijo algo que no alcancé a escuchar mientras acariciaba mi cabeza. Sonreí de todas formas, estaba agradecido de que alguien se ocupase de mí. Ella hablaba con otra chica pero no acertaba a ver quién era. Intenté mirar, pero al hacer el esfuerzo de mover la cabeza un fuerte dolor me indicó que era mejor que me estuviese quieto. De todas formas me daba exactamente igual de quién se tratase. Volví a cerrar los ojos y me relajé.

   Recuerdo despertarme más tarde y encontrarme solo. Natalia no estaba. En los sofás de enfrente otra pareja se quería completamente ajenos a mi presencia. Todavía escuchaba la música así que supuse que no había prisa por irse, por eso no intenté levantarme, no se me ocurría ningún lugar donde pudiese estar mejor. Volví a dormirme.

   De repente me despertaron, Natalia había vuelto. Me miraba a los ojos muy de cerca, y me preguntaba si me encontraba bien. Estaba... encima mia, me rodeaba con sus piernas. Me hizo gracia encontrarme así, le sonreí. No tuve tiempo a responder a su pregunta, no me dejó, empezó a besarme como una posesa. Estaba totalmente perdido, no entendía nada, pero me dejé llevar. Sentía el calor de su cuerpo sobre el mío y mientras nuestros labios se fundían, mis manos subieron por sus muslos buscando algo (Fueron mis manos, lo juro… yo no tuve nada que ver) y entonces...

  ¿Te lo cuento el lunes? Es que se me hace tarde.

4 comentarios:

  1. Aquí hay dos opciones:
    1. que acabe muy bien
    2. que acabe muy mal.
    Buscaré una margarita a ver qué me sale a mí. El lunes te diré si coincide con tu final.

    Un besín

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    1. Ni bien ni mal sino todo lo contrario. Dejémoslo entonces a la merced de lo que digan las margaritas, aunque la suerte hace tiempo que está escrita. :)

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  2. Odio las historias por capítulos.
    ¿Y hay que esperar al próximo lunes?

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    1. Yo odio no poder reescribir alguno de ellos, aunque ahora que lo pienso... eso tiene fácil solución.

      Creo que ya lo conté alguna vez, pero no recuerdo donde. Hubo un tiempo en que seguía un blog de una joven (Yo quiero pensar que era una joven, pero vete a saber quién era) que escribía una entrada todos los lunes. Un día le pregunté "¿Porqué solo escribes los lunes, me gustaría leerte más a menudo?" y me respondió, "si escribiese cualquier otro día de la semana los lunes dejarían de ser especiales". Perdí mi vieja dirección de correo, por cosas que no vienen a cuento, y la perdí de vista. Por más que busqué por ese blog no he vuelto a encontrarlo. Ya no recuerdo ni como se titulaba, solo recuerdo aquella portada con unos grandes labios rojos plasmados en una esquina. Fue como decirle adiós a un amor de verano.
      Desde entonces, y en honor a ella, publico mis entradas todos los lunes. Es una manera de rendirle homenaje. Así que supongo que sí..., habrá que esperar al lunes.

      Como escusa queda genial, verdad?

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