lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo 24

   Dice un amigo que todo ser vivo ha llorado alguna vez, incluso las plantas... y que el que mejor lo disimula es un pez. Yo no soy pez, lo de disimular se me da bastante mal.

   Me he estado leyendo y no me reconozco. En mi intento por redibujar la realidad creo que en algún lugar apreté demasiado la tuerca y debió romperse. Ayer leí sobre el tema; Resulta que, según un estudio de estos que hacen los americanos cuando no están comiendo hamburguesas, los recuerdos cambian con el tiempo, y los recordamos de distinta manera según el momento que estemos viviendo. Entonces, no me molestaré en cambiar ninguna coma, porque seguramente después no sabría donde ponerla. No merece la pena.
 
   Las historias suelen continuarse donde se terminan, pero la memoria me falla. Un sábado de fiesta, Sonia, la advertencia de mi amigo ¿Lágrimas?... La verdad es que no recuerdo haber llorado aquella noche. Quizás me enfadé, maldije mi suerte, hasta es posible que le pegase un puñetazo a algo. Pero... ¿Llorar? ¿Yo? Los hombres no lloran, si acaso alguna vez les sudan los ojos. Eso debía pensar yo cuando era más joven, porque no recuerdo haber llorado ni cuando tuve motivos para hacerlo, y los tuve. No me permití llorar hasta casi diez o doce años más tarde, y lo hice por la tontería más ridícula que te puedas imaginar. Pero aquella noche no, aquella noche no lloré.

   Aquella noche empezó de una forma extraña. Yo buscaba a Sonia, podría decirse que desesperadamente, pero a quién encontré fue al que decían que ya no era su novio. Estaba parado a la entrada de un local del que yo pretendía salir. Mirando al frente y haciéndome el despistado, intenté escabullirme sin llamar la atención, pero al pasar a su lado me agarró del brazo.

   - ¡Jose!- Dijo con tono de sorpresa; le hubiese colado si yo no le hubiera visto observándome desde la puerta hacía rato - ¿Qué tal va todo?
   - Bien ¿Y tu que tal? Cuanto tiempo...
   - Estoy buscando a mi novia ¿No la habrás visto?
   - ¿Tu novia? No conozco a tu novia.- Mentí

   Me explicó quién era su novia con todo detalle y tuve que admitir que sí la conocía, pero que no la había visto aquella noche, para mi pesar. Entonces me confesó un pequeño problema que tenía: al parecer, alguien le había advertido de que su novia salía los fines de semana por allí y la habían visto bailando con “otro tío”. No sé porqué tuve la impresión de que cuando pronunció las palabras “otro tío” en realidad quería decir “contigo”, pero no me di por aludido. El se quedó mirándome esperando una respuesta, y yo intenté dársela.

   Mientras lo hacía calibraba mis fuerzas por si la cosa se ponía fea. No había nadie conocido por allí a la vista, y eso era bueno, sería un uno contra uno. Sabía que en un cuerpo a cuerpo poco daño podría hacerme, él era un niño pijo de ciudad y yo un joven con muchas horas de trabajo en el campo a mis espaldas. Me sentía más fuerte y eso me daba seguridad.

   - Baila con mucha gente, incluso yo he bailado con ella alguna vez – Dije - Pero eso no quiere decir nada. Por eso puedes estar tranquilo.
   - Ya... Es que me jode… porque…
   - Cuídala – Le interrumpí, no me interesaba conocer el porqué.

   Parecía querer seguir hablando, pero hice como que tenía prisa y me despedí con un gesto y una palmadita en el hombro. Siempre he sido una persona de pocas palabras, y supuse que con ese “cuídala” ya estaba todo dicho. Además, yo no estaba para perder el tiempo. Si él andaba buscando a su novia, yo también, pero no iba a quedarme parado en la puerta mirando a ver si pasaba por allí. Ya había revisado un par de locales y no la había visto, así que solo se me ocurría un lugar donde podía estar, en la disco. Todavía era temprano, pero había mucha gente que empezaba la noche en la discoteca, para bailar un rato antes de salir a tomarse unas copas. No me lo pensé dos veces y hacia allí me encaminé.

   Por mi cabeza empezaron a cruzarse ideas de culpabilidad. Uno que es así, gilipollas. Sentía que no estaba siendo lo suficientemente bueno, lo suficientemente leal con mi antiguo compañero, y al mismo tiempo me decía a mi mismo que tampoco había hecho nada malo. Como dije antes, sería ella quién tendría que decidir con quién quería estar, con él, conmigo, o con otro cualquiera. Yo no iba a tomar nada a la fuerza. Yo no era mala persona. Yo, simplemente… me había enamorado.

   Y dándole vueltas a estas cosas, justificándome ante mi mismo, llegué a la disco, y allí la encontré.

 

lunes, 17 de febrero de 2014

Capítulo 23

   Me he levantado cansado, sin ganas de nada. Mi única meta hoy será la misma que he tenido toda esta semana, ver que ponen en la tele. Esto no puede ser bueno. Necesito cambiar algo, pero todavía no sé muy bien el qué. Entonces, mientras lo pienso, seguiré contándote mí vida, una de las pocas cosas sobre las que me siento con todo el derecho de hablar.

   Había dejado aparcada mi historia en la primera (y no diré última) cita fallida con Lola, y ahí mismo la retomo. Cada día que ha pasado desde entonces me he preguntado porqué aquel día callé y no dije nada. He vivido siempre con la idea de que ahí se me quedó algo pendiente. Los días pasaron y la oportunidad no volvió a presentarse; yo, tampoco la busqué, no hubo tiempo. Es lo que tiene vivir deprisa. A esas edades te empujan a vivir así: Búscate un trabajo, una casa, una chica, cásate… ¿Pero a que esperas que todavía no tienes hijos? Demasiadas metas. Es prácticamente imposible que no termines por fallarle a alguno de esos que tanto esperan de ti.

   Mirando ahora desde la distancia te das cuenta de que no tenías que correr tanto. La vida hay que vivirla y disfrutar de cada momento, porque por mucho que corras, por muy rápido quieras ir, al final siempre te va a quedar la sensación de que no has tenido tiempo de hacerlo todo, o no has hecho lo suficiente, o que en realidad no querías hacer muchas de las cosas que has hecho. Es lo que tiene ir de prisa, que no controlas. Y al fin y al cabo no nos esperan en ninguna parte; al menos a mí no. Esa es la sensación que me queda, que mi vida hasta la fecha ha sido una carrera. Todavía hoy no he sabido pararme del todo y mirar alrededor un momento, con calma... Es fácil decirlo.

   Sin embargo, el que a mi mente acudan esos pensamientos, no significa que no esté conforme con la decisión que tomé en aquel momento; era lo que tocaba. Como sabes, yo solo tenía ojos para una, y en mi interior ya había decidido que tenía que ser mía, lo que pasa es que tardé en comprender eso, que ya lo había decidido. Tuvo que ser uno de mis amigos quién se encargara de espabilarme. Aquella tarde se me acercó por la espalda, puso una de sus manos sobre mi hombro reclamando mi atención, y me susurró al oído:

   – Te doy de plazo este fin de semana – dijo amenazante. Hizo una pausa para dar un sorbo a su cerveza, y volvió a comerme la oreja – Me he enterado de que te gusta Sonia – afirmó, aunque supongo que era más bien una pregunta pues se quedo mirando como esperando una respuesta; como no la obtuvo, yo todavía no había relacionado las dos frases, continuó diciendo - Dicen por ahí que está libre, y si tu no le entras… le entro yo. Te doy de plazo este fin de semana. Yo soy legal tío, sé que andas por ella, somos colegas, y… eso… o le entras ya o le entro yo. Te doy este finde Jose, ni un día más. – Y dicho esto me soltó y se alejó gritando en voz alta mientras me apuntaba con el dedo y sonreía – ¡Estás avisado! ¡Porque eres tu eh…!

   Tuve que quedarme a pensar un buen rato en lo que había sucedido. No entendía aquel arrebato de compañerismo, de respeto y deferencia conmigo, y mucho menos viniendo de quien venía. Para empezar me sorprendió que mi interés por Sonia fuese tan de dominio público, y después aquello de que "estaba libre", el muchacho parecía tener mucha información.

   Es cierto que el hecho de que Sonia tuviese novio me había cortado un poco, pero esa parte ya la había superado. Me había convencido a mi mismo de que era ella quién tenía que decidir sobre ese punto. Estamos hablando de una persona, un ser humano, no de un taxi al que puedas decidir si subir o no. ¿Qué quería decir eso de que estaba libre? El entablar o no una relación es una decisión de dos, nunca de tres; así lo veo yo. Por eso, el hecho de que tuviese novio y fuera amigo mío ya no era un problema para mí. Además, amigo, lo que se dice amigo…, dejémoslo en excompañeros de clase, y de eso hacía ya varios años.

   Pero aquella advertencia de mi “colega” (como él se definía) era algo a tener en cuenta, y no esperaba más consideración por su parte de la que yo estaba dispuesto a tener con mi excompañero. Tenía que lanzarme e ir a por todas, y tenía que hacerlo ya. Sabía que si yo no entraba en escena de inmediato pronto tendría otro estorbo en mi camino. ¿La verdad? No confiaba mucho en mis posibilidades.

   La tarde avanzaba para convertirse en noche, una noche de sábado; una de esas noches mágicas de las que sueles esperar mucho cuando eres joven, y quizás por eso siempre sueles acabar un poco decepcionado. Pero... ¿Quén dixo medo habendo farmacias?

lunes, 10 de febrero de 2014

Capítulo 22

   El domingo amaneció despejado, aunque eso no era extraño a la hora que solía levantarme. Para mí los domingos empezaban a partir de las dos de la tarde, cuando mi madre entonaba el último aviso para comer, al que había que asistir sí o sí. Salí de casa sin tener todavía las cosas muy claras sobre como debía actuar. Me sentía confuso y no sabía muy bien que decir, o que hacer, cuando la tuviese delante. No tardé en encontrarla, siempre frecuentábamos los mismos lugares y el pueblo era pequeño; no llevaba ni media hora dando vueltas frente al viejo instituto cuando la vi aparecer junto a sus hermanas. Al verme se separaron y Lola vino a mi encuentro.

   - Hola – Dijo con la misma naturalidad de cualquier otro día.
   - Hola – Respondí con la misma cara de póquer - ¿Damos una vuelta?

   Asintió con un gesto, así que salimos del pueblo en dirección a ninguna parte, hablando de los más diversos temas como harían dos desconocidos. Pronto entendí que apenas sabía nada de Lola, pero no había problema, al parecer ella se había empeñado en que lo supiese todo aquella misma tarde. Hablando sin parar - Ella hablaba, yo me limitaba a escuchar - llegamos hasta un pequeño puente donde nos detuvimos. Nos quedamos mirando al río intentando encontrar entre sus aguas algún pez que lo hiciese más interesante, pero no había. Estábamos solos, no se veía a nadie alrededor, y creí que era un buen momento para empezar a hablar sobre lo sucedido la noche anterior, pero no hubo manera. El silencio duró solo un segundo, de inmediato empezó otra vez con su historia. Hablaba y hablaba sin parar sobre otras cosas, como dije antes parecía querer contarme toda su vida en una tarde y no encontré el modo de introducir el asunto del que quería hablar en la conversación. Tampoco me molestaba, la conversación era interesante. Continuamos caminando hasta el parque que había a las afueras del pueblo y una vez allí encontramos un lugar discreto para sentarnos. Un diminuto puente de madera situado sobre un lago artificial nos pareció un buen lugar. Este fin de semana estuve allí; me acerqué en uno de mis últimos paseos a solas para pensar. El lago todavía está allí, y el puente puede decirse que también está, aunque tan deteriorado por el paso del tiempo que dudo mucho de que nadie se atreva a cruzarlo. Me quedé mirándolo y recordé aquel momento.

   Recordé como, según fue avanzando la tarde, yo me iba convenciendo a mi mismo de que podía darle una oportunidad a aquella relación. Podía y debía. No tenía nada que perder y si mucho que ganar. Lola me gustaba. Me gustaba su manera de hablar, me estaba entreteniendo su charla, y me gustaba como me miraba. Ahora que sabía más de ella me gustaba aun más.
   Cuando nos sentamos nos quedamos un rato en silencio, no sé si fue el lugar ,el paisaje, o el croar de las ranas bajo el puente lo que nos despistó de nuestra conversación y ambos nos quedamos durante unos largos segundos callados, esperando algo.

   - Ayer me di una ducha fría al llegar a casa – Soltó de repente – No es que me sintiera sucia… es que estaba un poco alterada. No es que no me gustase lo que pasó en el portal… - continuó entre alborotada y confundida – Es que…
   - Lola… yo… - intenté interrumpirla pero no me dejó hablar.
   - No tienes que explicarme nada. Es algo que pasó y ya está. Yo sé que te gusta la chiquilla esa y lo entiendo. Tienes que animarte y decírselo de una vez. Lo de anoche fue un calentón de un momento y nada más. Pero quiero que sepas que me lo he pasado muy bien contigo esta tarde, y ayer también lo pasé bien.
   - Yo también me lo pasé bien ayer, y hoy claro... – Dije, y me quedé mirando al agua entre los barrotes de madera.

  Y ahora vas a permitirme que hable en tercera persona un momento: Aquel gilipollas que estaba sentado al lado de Lola… No dijo nada más. Todas las cosas que tenía que decirle, toda la tarde quejándose para sus adentros de que no le dejaban hablar, y ahora que tenía su momento, su oportunidad, el muy imbécil se queda callado. En su cabeza se agolparon las torpes palabras de Lola que no acabó de comprender, y mientras pensaba en una salida se quedó atrapado en ella, y no supo reaccionar; no se atrevió a cruzar el puente y dejó que el momento se escapase. Nunca sabrá si tomó la decisión acertada o no, quizás eso sea lo que peor lleva de todo el asunto. Aunque, que más da...

   Pero las cosas pasaron así. Los dos se quedaron callados, como si los dos pensasen que le tocaba mover ficha al otro. Caminaron en silencio hasta un bar cercano, y terminaron el día hablando con otras personas de cosas totalmente intrascendentes que seguramente ya han olvidado.

lunes, 3 de febrero de 2014

Capítulo 21

   Mis recuerdos de cómo empezó aquella noche con Lola son confusos. Sé que no tardamos mucho en marcharnos después de que lo hiciesen sus amigas. Como dije antes, era tarde, pero estuvimos un buen rato escuchando la música y mirando alrededor como dos tontos sin saber que decirnos, hasta que esta dejó de sonar y los focos que te invitaban a dejar el local se encendieron. Lola vivía a menos de quinientos metros de la discoteca, al fondo de aquella misma calle, así que bajamos dando un paseo.
 
   Hacía casi dos años que vivían allí. Cuando su madre encontró trabajo decidieron dejar la casa de los abuelos y venirse al centro. Su madre era venezolana, trabajaba en una tienda del pueblo. A su padre nunca le conocí, ni tampoco tenía el menor interés en hacerlo. Me hablaron mal de él, pero eso es otra historia que no tiene cabida en este blog.

   Lola nació en Caracas, se vino a España de muy pequeña pero aun conservaba ese acento que me hacía tanta gracia. Se enfadó cuando intenté imitarlo, al parecer confundí el acento argentino con el venezolano y eso no le gustó nada. Después de reñirme terminamos en su portal hablando sobre uno de sus grupos preferidos, los hombres G, y una vez más volvimos a quedamos sin palabras.

   Entonces me situé frente a ella, a escasos centímetros, dejando que su cuerpo rozara el mío mientras rodeaba su cintura con mis manos. No sé que pasó por mi cabeza para hacer eso, no era propio de mí. La miré a los ojos, algo que no suelo hacer pero que cuando me animo se me da de vicio. Se puso nerviosa, lo sé porque no pudo aguantarme la mirada. Cuando bajó los ojos e intentó hablar, como queriendo empezar un nuevo tema de conversación, no la dejé; en aquel mismo instante sellé sus labios con un beso. Supongo que era justo lo que ella estaba esperando porque se me entregó totalmente.

   En un segundo habíamos pasado de buenos amigos a amantes apasionados. Refugiados en la oscuridad de su portal, mis manos recorrieron su cuerpo sin pudor mientras mis labios no querían separarse de los suyos. Mi cerebro, normalmente muy prudente, hubiese puesto fin a todo ese descontrol en un momento si no fuese porque el muy cabrón también se había unido a la fiesta; un desliz que no tardé en perdonarle. Ya sé, estarás pensando que en ese momento mi cerebro poco tendría que decir pues seguramente estaría pensando con la polla; no te lo voy a discutir.

   - Me tengo que ir – Susurró. Parecía disculparse mientras tomaba aire.
   - Y yo también – Dije - ¿Nos vemos mañana?
   - Vale

   Nada más decir eso se apartó y salió corriendo escaleras arriba. Con la mente totalmente en blanco, sin haber asimilado todavía lo que acababa de suceder, me quedé mirando como se marchaba hasta que desapareció de mi vista. Entonces me di la vuelta y salí saltando completamente ebrio de felicidad. Si no fuese porque por aquel entonces ya me gustaba ir sin afeitar te diría que parecía Heidi bajando por la montaña. Al día siguiente tenía una cita y me gustaba la idea.

   Esa sensación de estar flotando, en una nube, me duró hasta llegar a casa. Fue ya delante del frigorífico, mientras buscaba algo que poder meterle al estómago antes de irme a dormir, cuando empecé a analizar lo que había pasado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Era justo lo que estaba haciendo? Se supone que estaba enamorado de otra. Y si había metido la pata y me estaba engañando, y la estaba engañando, porque hacía solo dos horas, de haber podido me habría enrollado con otra. A ver si Eli iba a tener razón y Lola era solo un juego. Pero con esa otra no hay nada, ni va a haber nada, es complicado, y… Lola es real. Está ahí y es real, y también me gusta ¿No? ¿Lola también me gusta? Claro que me gusta. Hacía nada le estaba tocando las tetas y ahora me preguntaba si me gustaba. Tenía un montón de preguntas y ninguna respuesta, o un montón de respuestas para la misma pregunta, que viene a ser lo mismo. Y en la nevera no había nada.

   - Tu eres tonto chaval – Me dije a mi mismo.

   Decidí dejar de pensar tonterías y me fui a dormir. Estaba tan cansado que me fue fácil dejar de interrogarme sobre lo que iba a hacer al día siguiente, y en un visto y no visto… me quedé dormido.