lunes, 27 de enero de 2014

Capítulo 20

   Aquel sábado había estado bien, me lo había pasado en grande. Serían ya las cinco de la madrugada, la noche se terminaba y hacía un rato que había dejado de beber; sabía donde estaban mis límites. Mi mala experiencia con el alcohol todavía estaba reciente, por eso en mi vaso a esa hora solo había cocacola. Los efectos del ron empezaban a dejar de notarse y yo volvía a mi estado natural; volvía a ser el chico serio, soso y aburrido que soy normalmente.

   Me acerqué donde estaba Lola. Del mismo modo que hacía pocos días había notado en sus ojos que no quería estar a mi lado, aquella noche la sensación fue diferente. Aquella era la niña que siempre tenía una sonrisa para mí. Con un gesto saludé al resto de amigas que la acompañaban y una de ellas me miró de tal manera que pregunté si debía marcharme. Lola sonrió mientras me hacía un hueco a su lado, me senté.
  Tampoco había que ser un hacha para imaginarse la opinión que tendría de mí. Llevaba meses labrando una falsa reputación de mujeriego y borracho que me precedía allá donde iba. No puedo negar mi reputación de borracho, me la había ganada a pulso. Quitando aquel último mes que pasé junto a Ana, de chico serio, de no más de un par de cervezas en toda la noche, he de reconocer que le daba a la bebida sin muchos reparos. Lo de mujeriego sin embargo nunca lo entendí, pero tampoco voy a discutirlo. Recuerdo que pensé un buen rato en el porqué de aquella mirada que me decía que yo no era bienvenido, que no le parecía una buena persona para estar sentado ahí, al lado de su amiga. Yo no era un buen chico para Eli, así se llamaba aquella chica, y empecé a pensar si tendría razón. No me gustaba la idea de que alguien pensase eso y la curiosidad fue tal que la saqué a bailar para hablar con ella ¿O fue ella la que me sacó a mí? Ya no estoy muy seguro.

   - ¿Porqué no la dejas en paz? - Me dijo al oído nada más estuvimos juntos en medio de la pista.
   - ¿A quién?
   - Ya sabes a quién, no te hagas el tonto. Lola es muy inocente y le vas a hacer daño.
   - ¿Yo te he hecho algo? No entien...
   - Yo solo te digo que la dejes en paz. Se de que vas. Ella es muy tontita y se cree todo. Le vas a hacer daño. Podías buscarte a otra para jugar.

   No dije nada más, la chica había dejado bastante claro lo que pensaba de mí. Sin embargo, cuando terminó la canción, volví a mi sitio al lado de Lola, que nos había estado mirando todo el rato.

   - Vaya sermón me acaban de echar... -Dije con cara de circunstancias - no te sorprendas si viene y me larga a patadas.
   - Tranquilo, Eli es así… no le hagas mucho caso – Dijo Lola - Ella cree que me protege. Creo que no le gustan mucho los chicos.
   - ¿Te protege de mí?
   - No. – Sonrió – De los chicos en general.
   - ¿A lo mejor está celosa? – Pregunté.

   Lola se encogió de hombros y volvió a mirar a la pista. Fue entonces cuando advertí que Sonia también andaba por allí cerca, bailaba con un chico al que no conocía. Lancé un vistazo alrededor intentando encontrar a su novio, no le encontré. Pensé que si hubiera estado un poco más atento yo podría ser aquel chico. Estaba bonita, como siempre.

   - Bueno… eso está bien – Continué diciendo, un poco despistado - Que te proteja… está bien.
   - ¿Si te gusta porqué no se lo dices?

   Como siempre mis gestos me delataban, Lola se había dado cuenta de por qué mi mirada se había perdido en el fondo del vaso. Tomé un trago antes de contestar, pero ella se adelantó a mi respuesta.

   - No pierdes nada; el no ya lo tienes.
   - No se trata de eso. Tiene novio, y además es amigo mío – Mentí.

   En realidad estaba pensando que de haberla visto hora y media antes la cosa sería diferente. Ni amigos ni leches, seguro que me habría lanzado a decirle algo, cualquier barbaridad, pero en aquel momento no quedaban fuerzas en mi interior que me empujasen a intentar nada.
   Dicen que en el mundo hay una mujer para tí y estás destinado a encontrarla. Imagínate que por error esa chica, tu media naranja, se lía una noche con tu mejor amigo ¿Que haces? Una mujer para tí entre cuatro mil millones de mujeres y de repente es intocable. No, eso no puede funcionar así, no sé quién inventó esa regla estúpida de no liarte con la chica de un amigo. Yo siempre he sido de la idea de que es la chica la que tiene que decidir.
   Es cierto que tal vez la chica en cuestión no sea la que está destinada a estar contigo, pero siempre merece la pena correr el riesgo. Es complicado. Sería más sencillo si ambos llevasen tatuado en la frente un código, así al encontrarse, los dos estarían seguros de que el que tienen delante es el que andaban buscando, sin dejar lugar a dudas. La naturaleza es sabia pero podría haberse parado más en ciertas cosas.

   - No puede ser. Y como no puede ser, es mejor olvidar – Continué diciendo – Además, yo… ya… paso de chicas. Estoy pensando sinceramente en volverme maricón.

   Creo que le hizo gracia la convicción con que lo dije, no paraba de reírse. Cuando volví a mirar a la pista de baile Sonia ya no estaba, había desaparecido. La busqué durante un buen rato, desde donde estaba sentado podía controlar casi todo el local, así que no me fue difícil convencerme de que se había ido. Era tarde. Quedaba muy poca gente, era casi la hora del cierre y las amigas de Lola también avisaron de que se marchaban. Lola dijo que se quedaba, que ya bajaría conmigo, y allí nos quedamos durante unos minutos, mirando como el local se vaciaba poco a poco, hasta que dejó de sonar la música. Llevábamos un buen rato sentados en silencio, como si sus amigas se hubieran llevado consigo cualquier tema de conversación.

   -¿Te acompaño a casa? - Pregunté
   - Más te vale

   Y como no quiero ser un plasta y un pesado, continúo el lunes. Pero ya te adelanto que sí, que la acompañé a casa.

lunes, 20 de enero de 2014

Capítulo 19

   Claro que recuerdo su nombre, Ana, un nombre muy sencillo como para poder olvidadlo. Creo que fue la primera chica que me hizo daño ¿O fué la segunda? No sé, no llevo un ranking oficial. Ana fue la primera chica que mis amigos calificaron como mi novia. Sí, mi primera novia oficial. Una novia de fin de semana, porque los dos trabajábamos y en aquella época, sin móviles ni Internet, era más difícil estar localizable; bendito problema.

   Empezamos a salir oficialmente el día que me dijo aquello de “creo que me gustas”. Yo no dije nada, es posible que pensase “pues tú a mi también”, pero no llegué a decírlo. Yo… era muy raro. Simplemente la invité a dar un paseo y charlamos, de cosas sin importancia, hasta llegar a un lugar tranquilo donde nos abrazamos y nos apretujamos un rato mientras su lengua y la mía intercambiaron algo más que palabras. En ese momento se supone que ya es tu novia. ¿No? Yo pensé que era así, estaba muy desentrenado.

   Estuvimos juntos unos cuatro días, creo, ya no recuerdo muy bien. Eso quiere decir, como solo nos podíamos ver los domingos, que tuve novia durante todo un mes. Me gustaba. Estaba bien eso de tener novia, algo que hacer los domingos. Con sus amigos no me costó nada adaptarme, creo que eran más amigos míos que suyos. Aquellos días me lo pasé bien, fueron diferentes.

   Ella no trabajaba aquel sábado y habíamos quedado en el lugar de siempre, después de toda una semana de trabajo tenía ganas de verla y la recibí con una sonrisa. Se acercó despacio, mirando al suelo, como pensando. Sí te digo la verdad, me di cuenta de que algo pasaba nada más verla.

   - Hola.- Estaba muy seria.
   - Hola, ¿Qué tal? – Respondí. En ese momento supe que allí pasaba algo.
   - Oye… mira… Que eres un buen tio y… que no es por ti, es por mí… y... es mejor que cortemos.
   - Bueno…- Dije con resignación mientras la sonrisa se borraba de mi cara, y añadí - ¿Damos un paseo?

   Sí, también a mí me pareció una pregunta estúpida nada más salir de mis labios, pero yo soy así, de preguntas estúpidas cuando me pongo nervioso. Para mi sorpresa ella dijo que sí, así que empezamos a andar despacio, sin hablar y sin dirección fija. Ella no decía nada, y yo, tampoco sabía que decir, así que después de tres minutos caminando en silencio decidí romper el hielo y me ofrecí a acompañarla hasta la zona de copas, a lo que también accedió. Cuando ya estábamos llegando, después de unos largos, larguísimos minutos en silencio, ví como una de sus amigas venía hacia nosotros y aproveché el encuentro para despedirme; una palmadita en la espalda, un “hasta luego”, una sonrisa para su amiga que también era amiga mía, y aceleré el paso. No miré atrás.

   ¿No es por ti, es por mi? Nunca entendí esa frase.

   He de reconocer que algo ya me olía. Sabía que ella salía entre semana en el pueblo donde trabajaba y sospechaba que yo no tenía la exclusividad, pero no me había parado a pensar en eso. Yo, que soy de enamoramiento fácil, estaba totalmente pillado, y lo único que no paraba de preguntarme era ¿Por qué? ¿Qué es lo que había hecho mal?

   Solito, llegué a la conclusión de que el problema no había sido lo que había hecho sino lo que no había hecho. La verdad es que en cuatro días no habíamos hecho nada, pero es que tampoco se presentó la ocasión. Esas cosas surgen, no se planean. No es cuestión de abalanzarse encima de la chica así a las primeras de cambio. ¿O sí? Como os decía, estaba muy desentrenado.
   Eso es lo que pensé en aquél momento. No se me daba muy bien tratar con chicas, ni antes ni ahora. Supongo, porque hace tiempo que dejé de hacer esas cosas, me estoy quitando. Hoy, desde la distancia, y en base a lo que he aprendido a lo largo de los años, no tengo que pensar mucho para darme cuenta de los porqués de aquella espantada. No sé ni como pudo aguantar cuatro semanas conmigo.

   Quería olvidar todo lo más rápido posible, así que bajé por la zona de bares dispuesto a juntarme con cualquiera que me acompañase en la tarea de apagar mis penas como mejor sabía apagarlas, con alcohol.
A las puertas de uno de los locales que solíamos frecuentar, me encontré con uno de aquellos amigos que Ana y yo teníamos en común. Se acercó, me abrazó y dijo:

   - Perdona que te lo diga así amigo… pero tu novia es una puta.
   - Ya no tengo novia - Dije con una sonrisa, y me apresuré a entrar en el local.

   Tenía miedo a que las lágrimas delatasen mi estado y mi orgullo pudo a mi curiosidad, así que me quedé sin saber lo que quería decirme, de todas maneras ya no tenía la más mínima importancia. Ya dentro me zambullí entre mis amigos anónimos. Les llamo así porque no sé sus nombres, solo conozco sus caras. Son amigos de la noche que no estoy muy seguro de que existan durante el día; al menos yo nunca les he visto. Con ellos puedes hablar de cualquier cosa por más absurda que parezca, cuanto más absurda mejor. Siempre están sonrientes. Siempre están más borrachos que tú. Siempre te entienden, digas lo que digas.

   Cuando salí de aquel puf con dirección a la discoteca yo también iba bastante contento. La misión aquella noche era pasárselo bien, y cuando yo me planteo pasarlo bien… me lo paso bien. Después de cuatro semanas medio enclaustrado era lo mínimo que podía permitirme. Y así fue, me lo pasé genial. Recuerdo estar bailando, revoloteando y desvariando por la discoteca sin rumbo fijo hasta que casi era la hora del cierre. Entonces, con la discoteca casi vacía, mis ojos se detuvieron en un grupo de chicas que había sentadas en un rincón. Que extraño, no las había visto en toda la noche… Una de ellas era Lola, así que decidí acercarme.

lunes, 13 de enero de 2014

Capítulo 18.

   El cuento de Inés no duró. La chica no era muy de fiar, y como nunca lo confirmé ni lo negué, la historia enseguida perdió fuerza y credibilidad. Poco a poco dejó de ser una historia divertida con la que reírse a mi costa, dejó de hacer gracia, y se convirtió en un simple rumor sin importancia que nunca sucedió. Lo más gracioso era eso, que en realidad nunca sucedió, pero cuantas cosas que nunca sucedieron pasan a la historia como reales. Por suerte, aunque si no hubiese sido así me hubiera dado lo mismo, a las pocas semanas ya nadie volvió a mencionar el asunto.

   Esas semanas las dediqué a esconderme de ella por todo el pueblo, menos mal que yo allí paraba poco. No tenía ninguna gana de volver a encontrarmela pues cuando eso sucedía dejaban de suceder otras cosas, al menos eso era lo que yo pensaba. Quería estar libre, disponible, para cuando aquello que tenía que pasar, sucediese. ¿Qué tenía que pasar? No lo sabía. Lo que sí sabía es que con Ines al lado no iba a pasar nada interesante, por eso la evitaba.

   Pero aquel rumor no me perjudicó en absoluto, creo que alguna sí se lo tomó en serio, porque aquella misma semana dos chicas se interesaron por mí; algo a lo que yo no estaba muy acostumbrado.

   Estaba yo sentado en la terraza de aquel bar del parque, sumido en mis pensamientos, el que me conoce sabe a que me refiero, leyendo una revista sin meterme con nadie, cuando la chica que estaba sentada en la silla de enfrente me suelta una patada. Yo levanto la vista y ella me sonríe. Sonrió y vuelvo a mi lectura, no porque me interesase lo que estaba leyendo sino con el objetivo de hacerme el interesante. Funcionó, otra patada. Vuelvo a levantar la vista y me saca la lengua, a lo que respondo de la misma manera, para inmediatamente después volver a clavar mi mirada en la revista, como si aquello no fuese conmigo.

   - Que simpático eres.

   Miré alrededor para cerciorarme de que allí solo estaba yo, aunque ya sabía que no había nadie más. ¿Yo simpático? ¿Qué es lo que había hecho y no me había enterado? Que una chica me entrase así directamente si que era una novedad y no quería dejarla escapar. Volví a sonreír, esta vez mirándola a a los ojos fijamente durante un buen rato, mirada que ella sostuvo sin ningún problema. Había quedado claro que la niña quería algo conmigo, y yo, que soy un “chico fácil”, me dejé llevar.

   Me hizo gracia la manera de entrarme, por eso te la cuento, pero no voy a alargarte la historia porque al final no sucedió nada. Hablamos un poco, bailamos un par de canciones, la acompañé a casa… A ella le hacía gracia todo lo que yo decía y pasamos una tarde divertida, nada más. ¿Qué más querías? Me porté como dicen que se portan los "perfectos caballeros" y supongo que ese fue mi error. A la semana siguiente la busqué en la discoteca, sabía que era de las que bajaban temprano, y nada más verla me acerqué y le pregunté si quería bailar. Me dijo que no, que había venido con otro. No olvidaré su mirada victoriosa, la manera en que lo dijo me hizo daño; no sé porqué pero me dolió, me pilló desprevenido. Inocente, me había creído que ya era mía.

   Pero la noche  solo acababa de comenzar, así que aquella puñalada duró más bien poco. Solo tres o cuatro copas después me encontré en la pista bailando con otra joven. No recuerdo ni su nombre, solo sé que era amiga de Inés. Estábamos bailando tan tranquilos, hablando sobre la inexistencia de mi relación con su amiga - ella había venido a preguntar - cuando uno de mis “colegas”, dejémoslo en “conocido”, se enzarzó en una pelea y sacó una navaja. El tío estaba completamente borracho y soltaba manotazos de un lado a otro en medio de la pista mientras se tambaleaba. Yo agarré a la chica y la aparté mientras la protegía con mi cuerpo, y creo que fue la sensación de protección que le transmití en ese momento lo que hizo que al día siguiente se acercase a mí y dijese aquello de:

- Creo que me gustas.

Te he mentido, sí recuerdo su nombre, pero me gustaría olvidarlo.

lunes, 6 de enero de 2014

Capítulo 17

   Pasaron unos días después de aquello, no sé cuantos, supongo que pocos. Es que ya me hago un lío con las fechas, cosas del directo. Estaba yo en el bar que hay justo al lado del parque, donde se reunía toda la peña (Esto me suena a que lo he dicho más de una vez) y me acerqué a la puerta, donde había como una pequeña terracita. Al salir me encontré con “la tía borde” - No recuerdo que nombre le he puesto, Cristina, creo, pero que más da…, ya sabes que ese no es su nombre real, no te preocupes por los nombres, no son importantes - sentada en una especie de pasamanos de cemento que rodeaba la terraza y la separaba del parque que quedaba un poco más bajo. Me miraba raro, eso no me sorprendió, con esa cara de hija de puta que no ha perdido con los años, cuando de repente me espeta, así, directa:

   - ¿Es cierto que te follaste a la pistolera?

   La pregunta me descolocó, la tía esa normalmente no me hablaba ¿Cómo se había podido enterar esta si yo no había dicho nada? Solo había una manera, tenía que haberlo escuchado de boca de Inés. Me quedé callado, mirándola fijamente, pero no le dije que sí ni que no. Hubiera dado lo mismo lo que yo hubiera dicho, cuando hay rumores así la gente cree lo que quiere creer, la verdad pinta poco en estos casos, y supongo que ella ya se había formado una opinión sobre el asunto.

   - ¡Es cierto! ¡Te follaste a la pistolera! – Afirmó asombrada dando gritos, como si hubiese hecho un gran descubrimiento.

   - Si tú lo dices… – Respondí, mientras pensaba que habría visto en mí para estar tan segura de haber confirmado sus sospechas. Supongo que si le hubiera dicho la verdad me hubiera tachado de mentiroso, así que allí la dejé con lo que quería creer y me volví para dentro sin darle más explicaciones.

   Me senté en la barra. La camarera, que era la hija del dueño y muy guapa por cierto, mantenía una conversación sobre los beneficios del yogurt con uno de mis amigos. Creí que era un tema mucho más interesante que el que me habían planteado afuera, así que allí me quedé. No tardó nada en aparecer Fran por la puerta, como hacía todos los sábados por la tarde a esa misma hora, se acercó, y nada más sentarse dijo diriguiendose a mí:

   - Enhorabuena.
   - ¿Enhorabuena? ¿Por qué?- Pregunté.

   Me respondió con una enorme sonrisa, no necesité preguntar más, sabía a que se refería.

   - Ya… te han contado algo afuera. – Dije mientras miraba hacia la puerta donde todavía podía ver a la otra sentada.
   - ¿Fuera? No… Me lo contó mi hermana esta mañana.
   - ¿Tu hermana?- Pregunté incrédulo.
   - Sí, mi hermana. No se habla de otra cosa en el instituto. Al parecer una va diciendo por ahí que eres… “maravilloso” – Continuó Fran entre risas – Tienes suerte. Imagínate que dijera lo contrario… Es que te hunde tio, te hunde…

   Durante un segundo los tres se quedaron mirándome, callados, creo que mi expresión les quitó las ganas de seguir con la broma. No confirmé ni desmentí los rumores, preferí dejar la cosa así, de todas maneras, como dije antes, el negarlo no hubiese servido de nada. Yo negaba con la cabeza mientras buscaba mi cerveza en la barra, cuando mi otro compañero le preguntó a la camarera:

   - ¿A las chicas de hoy que os sienta peor, que os llamen putas o frígidas?
   - Creo que nos sienta peor lo de frígidas - Dijo ella.

   Eso es lo que yo llamo cambiar de tema. Al final continuamos hablando sobre yogures un buen rato. Sobre esos yogures de un litro o litro y medio, que uno no puede comerse de un golpe y los guarda empezados en la nevera.

Continuará.